Un choque de herencias terribles en un libro bello, profundo y triste.
Polonia, Grecia, Canadá. De la Segunda Guerra Mundial a nuestros días. Jakob Beer, muchacho polaco. Athos, científico griego. Dos piezas en fuga con el recuerdo de la barbarie nazi, el mar, las islas, la lengua griega, Toronto y el continuo recuerdo de Bella.
Es una novela que estremece al tener, continuamente, de fondo el Holocausto judío. Imágenes de los trenes del terror hacia los campos de concentración contadas con tanta belleza literaria como el siguiente fragmento: "Geografía cortada a raíl. La costura negra de esa doliente migración desde la vida hacia la muerte, las líneas de acero dibujadas a través de la tierra penetrando por mitad de ciudades famosas...Aunque se los llevaron estando ciegos, aunque tenían los sentidos confundidos por el hedor y las oraciones y los gritos, por el terror y los recuerdos, estos pasajeros encontraron el camino a casa. Por los ríos, por el aire"
Y dos perlas escritas para finalizar: "El propósito del mejor de los maestros no habita en su mente sino en su corazón" "Entiendo que debo dar lo que más necesito"
